Camina un pie detrás del otro. Paso tras paso, ahora derecho, ahora izquierdo; nos movemos en automático. Nuestra mente está en mil y un lugares a la vez mientras los ruidos de la ciudad nos envuelven, los autos, las palomas, cláxons, sirenas, voces. Tantas voces que reconocemos como tales pero desconocemos el origen y más importante aún, desconocemos lo que nos dicen.
Vemos pero no miramos, todo nuestro alrededor es testigo de mil historias, de miles de rutinas y millones de memorias que nunca descubriremos. Diariamente dejamos escapar innumerables relatos tan fantásticos como reales, ensimismados en nuestra rutina, en nuestros pendientes e ignorantes de lo que nuestro vecino en el camión piensa, así como lo que ha vivido o tiene por contar.
Pero ¿qué pasa cuando despiertas y sales de tu burbuja para darle entrada a tu imaginación e incluso a la realidad?, ¿o cuando te das el tiempo de descubrir aunque sea una pizca de la vida de las personas que cohabitan contigo en esta gran metrópoli?
Tal vez sólo podamos imaginar, crear nuestra propia versión, algunos más quizás compartan algo con nosotros. Enseñanzas acerca del arte y la espontaneidad, historias de Pancho Villa y el primer mercado Corona, preguntas de rutina y gestos amables, tarjetas de presentación y mini campañas políticas… y lo que nos faltaría.
Esto fue lo que me pasó al hacer este proyecto, todos los ejemplos de lo que podría pasar los viví y caí en la cuenta de que elegir este tema fue bastante acertado. Solía pasar inadvertida porque tampoco prestaba atención a la gente que constantemente circula en los lugares en los que rondo y que todos los días son personas nuevas. Si me hubiera detenido a fotografiarlas desde antes, tal vez ya conocería a una buena porción de Guadalajara.
Es grandioso detenerse de vez en cuando a observar, puedes descubrir tantas cosas, que no te lo creerías.